domingo, 1 de agosto de 2010

Adrenalina

Con sus maniobras a alta velocidad la adrenalina ha de sentirse.
A todos nos encanta sentir su efecto, tanto que algunos inconscientemente caen enviciados a el sin darse cuenta.

Una de las formas más comunes creo yo es la velocidad, bicicletas, motos, carros, aviones, todos cada vez más rápidos y no se explica uno aveces para qué?. Pero ese afán de velocidad que en ocasiones cuestiono en ocasiones me ha atrapado, desde pequeño lanzándome por pendientes en mi bicicleta apostando con amigos ocasionando unas cuantas veces que saliera volando por los aires estrepitosamente con sus respectivas secuelas afortunadamente para mi fugaces.



Ya un poco más grande, una avenida larga, sola, sin tráfico ni obstáculos me provoca halar más el acelerador y a medida que las agujas del velocímetro van llegando a números rojos la adrenalina va haciendo su placentero y peligroso efecto que afortunadamente controlo a tiempo. También me he cuestionado sobre eso y es donde empieza a picar la idea de las montañas rusas, cosa que también me aterroriza pero ya cerca a una la busca del cuerpo de la adrenalina hacen que uno se suba, afortunadamente en mi ciudad no son muy grandes y la del parque norte no es tan miedosa que digamos, quizá algún día viaje y me enfrente a alguna colosal.

También hay formas menos placenteras de sentirla como cuando nos roban, en ese caso puede paralizarnos o puede hacernos reaccionar inesperadamente y, en ambos casos, no es una sensación tan agradable.

Otra forma que ha encontrado la humanidad de sentir ese agradable placer es volar, cosa a la que le tengo bastante miedo, miedo que he querido enfrentar pero no se por qué no lo he hecho, volar en un parapente me aterroriza de solo pensarlo pero enciende una llama en mi interior que le dice a mi cerebro que tengo que hacerlo. No se cuando lo haré pero de que lo hago lo hago o como es tradicional "de este año no pasa".

Será que esa llama es el llamado de mi cuerpo exigiéndome la droga natural? Creo que si y debe ser la llama que nos impulsa siempre a buscar el peligro extremo o incluso a estar cerca de la muerte, forma estúpida de sentir que estamos vivos.

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